—¿Hay algo de interés en el número cinco de Cambridge? —inquirió Brian, recordando la dirección que les había ofrecido aquel testigo.
—Se trataba de una casa en venta, por lo que sabemos hasta ahora —le contestó Laguna, encogiéndose de hombros—. En la vivienda de Elvira Sims la policía encontró varias cajas preparadas como indicio de que la joven pretendía mudarse a algún sitio, pero no pudimos averiguar dónde ni cuándo, hasta hoy. Es importante que acudan a Cambridge, allí podremos seguirle el rastro a la joven, estoy seguro.
Los Jackes pusieron en orden sus pensamientos rápidamente y continuaron escuchando.
—Lo último que me queda por decirles, y como ya se habrán percatado, es que en esta empresa hay un elevado número de trabajadores, pero este caso que se ha abierto queda exclusivamente en sus manos; me consta que será suficiente para solventarlo, al menos por el momento.
—¿Estamos al frente de la investigación? —se sorprendió Charlie.
—Quiero validar todo lo que figura en sus expedientes —volvió a sacar ese tema el director.
Brian tensó una sonrisa.
Unos pasos más y Laguna señaló unas estanterías repletas de periódicos amontonados que se encaramaban hasta casi el techo.
—¿Conocen a Sophie Stanler? Es una periodista bastante popular en Oddbury. Solemos prestar atención a la prensa nacional y la regional cuando tratamos casos de cerca como este que van a investigar. Puede que la señorita Stanler nos sea de gran ayuda en esta ocasión.
Los Jackes se quedaron pensativos. No era la primera vez que escuchaban aquel nombre. La misteriosa periodista había ido apoderándose de la prensa local en cuestión de tiempo desde que ellos se habían mudado a Oddbury. Los Jackes no acostumbraban a leer el periódico a menudo, pero ahora que ese hábito se iba a convertir en una pauta importante de trabajo, sabían que iban a familiarizarse con todo aquello.
—¿Alguna pregunta?
—El edificio parece bastante grande —observó Brian, tras unos segundos de silencio.
—Disponemos de numerosas salas de trabajo y operadores que por ahora son totalmente prescindibles. El edificio tiene una estructura extraña y es alto como un rascacielos, no sé en qué demonios estaban pensando los que lanzaron el proyecto. Las plantas superiores todavía no están instaladas, estamos organizando el espacio de trabajo y continúan las obras… Como suele ocurrir, anunciaron la inauguración de la empresa con demasiada ambición y el edificio no estaba preparado cuando llegó la fecha oficial, pero decidieron abrir las puertas para no quedar mal con la prensa; en fin, cosas del oficio. Todo este tiempo se moverán únicamente por el primer piso.
Los hermanos Jackes asintieron una vez más con la cabeza. La ubicación de aquella clínica forense merecía otro lugar más apropiado y con más amplitud de espacio. Las salas de trabajo del edificio se quedaban pequeñas para la cantidad de trabajadores que operaban en ellas. Tal vez, en aquella reestructuración de la Onice, ¿conseguirían ellos su propio despacho de trabajo? Charlie lo deseaba con fuerza.
—Bueno, tenemos una desaparecida y unas pistas que seguir —resumió Laguna acompañándoles hacia su despacho—, ya pueden ir a investigar al número cinco de Cambridge. La calle se sitúa casi a las afueras de Oddbury, será mejor que lleven algún mapa encima, este pueblo a veces puede resultar demasiado grande.
—Regresaremos a la Onice en cuanto hayamos averiguado algo —dijo Charlie.
—No vuelvan con las manos vacías —les advirtió de antemano el director—. Y no es necesario que guarden tantas formalidades, aquí todo el mundo conoce esto como la Ónix, suena mucho mejor.
Los Jackes asintieron y esbozaron una breve sonrisa coincidiendo en que aquella traducción griega del nombre de la organización era del todo ingeniosa. Cuando regresaron al despacho del director, vieron que Dave, el joven delgado y paliducho que les había recibido en la entrada del edificio, les estaba esperando allí nuevamente, guardando silencio en una esquina como una estatua.
[…] Joseph Mercier […]