La maldición de los anglicismos

El otro día cogí el metro y volví a escuchar eso de: “Disculpe señor, ¿tiene un Kleenex?”. Y a medida que avanzaba por el vagón y captaba vagamente las conversaciones ajenas, me asombraba yo mismo de la costumbre que tenemos a la hora de usar palabras inglesas, algo a lo que se ha venido a llamar anglicismo.

“Hoy podemos ir al McDonald’s y comemos unas burgers«, decía una joven. “Ok, le respondió su amiga, y esta tarde nos vamos de shopping a ver si me compro algo fashion«. Y mientras tanto, otros se quejaban de la enorme cantidad de spots publicitarios de la televisión porque, para colmo, no les dejaban ver a sus anchas el reality show; y unos últimos, andaban enfrascados en una conversación sobre los másters que estudiarían después de la carrera.

Porque claro, la cosa ha cambiado. Los hombres ahora ya no usamos calzoncillos, sino slips que son mucho más cómodos, y después de afeitarnos nos echamos una capita de after shave, que deja la piel mucho más suave. Las mujeres desayunan cereales fitness y algún yogurt light y después acuden al spa para una sesión de body-gym. A los amigos los llamamos friends. Les mandamos e-mails o sms y quedamos con ellos para ir al cine. Al llegar, aparcamos en el parking y sacamos tickets. Aprovechamos para que nos pasen algún nuevo single por bluetooth y les contamos lo último que hemos escrito en nuestro blog. Por la noche le decimos a mamá “nos vamos de party” y entonces nos enamoramos al conocer a alguien en un pub, pero ya no tenemos sentimientos, ahora tenemos feelings que suena mucho más cool. Y al día siguiente, si nos aburrimos, llamamos a nuestros hermanos; perdón, a nuestros brothers y sisters, y nos vamos a hacer footing o rafting o alguna de estas actividades que cuentan con tanto marketing para promocionarse. Después, si nos entra hambre comemos hot dogs, un bocadillo de bacon, patatas con ketchup o directamente sacamos el tupper y arreando. Y si somos vegetarianos siempre nos quedarán los sandwiches.

Con el tiempo he llegado a pensar que he sido un ignorante. Yo creía que pegaba carteles de pequeño en mi habitación, pero no, eran pósters. Leía cómics creyendo que eran tebeos y a eso que yo lo llamaba afición, resulta ser que era un hobbie. Cambiaba de canal sin saber que hacía zapping y escribía en cuadernos sin saber que eran blocks. Ahora he aprendido que los políticos hacen meetins. Los empresarios, business. Los cantantes se van a castings, los niños montan puzzles y los jóvenes leen best-sellers.

No voy a seguir citando ejemplos a contrarreloj no sea que me vuelva un poco crazy. Les ruego por favor que no se asusten. España (por suerte, todavía) sigue llamándose España y no Spain. Pero algo está pasando. Ahora nuestro país es mucho más moderno. Moderno, por supuesto, en el caso de que el modernismo equivalga a empobrecer nuestra lengua. Creo acérrimamente que acabaremos hablando un inglés castellanizado, ¿y ustedes qué opinan, quedamos este weekend para tomar un coffee?

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