Mil gramos de felicidad

Y la felicidad sonrió al destino,
en cuyos hombros dormitaba,
y allí se balanceaba solitario,
en la telaraña del tiempo,
sin prisas ni anhelos sofocados,
con la paciencia de un sabio,
expectante; en su tibia mirada
brillaba el ocaso del invierno,
y a la primavera dejando acceso
su corazón ensanchaba lucio,
latiendo a ritmo desbocado,
el nombre de un amor dibujaba…
y la felicidad alcanzaba un peso
batiendo récord de mil gramos.

Leave a Reply