Paseaba una muchacha,
por el Puente de las Flores.
Yo atento a sus faldas,
a sus formas y colores,
tardé en ver que llevaba
unas gafas de horrores.
Por su lado yo pasaba
cuando la bella joven
quitose las feas Ray-Ban
y me miró con reproche.
Dos ojos azules brillaban,
más que la luna de noche,
en su bello rostro de hada:
dos ojos bonitos y enormes.
La miré y le dije: muchacha,
¡menuda mirada escondes!
Por favor dame esas gafas,
o al menos sino las rompes.
La niña casi enfadada
tiró las gafas contra un coche.
Yo traté de consolarla:
¡Por favor, no llores!
Me hizo un corte de manga.
y se fue corre que te corre.
Todo el tráfico me miraba
y pensé: vete ya, no te demores.
Aquel día aprendí a callar
todas mis opiniones.