Querida taza:
hueles a café
recién molido,
a semillas tostadas
por el sol del trópico,
hueles y sabes
a ese café último
de la mañana.
Todavía encuentro
jirones de humo
y recortes de espuma
en el epicentro
de tu oscuro
interior de llena luna.
Fiel compañera
de cristal y dibujo,
de tu redonda pared
me das que beba
semilla que el mundo
veneró por placer.
Taza, tacita…
estando vacía
ya hueles a café.