ELLA

El profesor pareció impresionado por la gran iniciativa del muchacho. Luego dejó atrás sus primeras impresiones y continuó sin maravillarse:

-Es cierto, le dije que una poesía breve bastaría. Adelante.

Ethan se volvió hacia la clase. Aquella escena la había simulado en su cabeza una y otra vez durante la noche anterior. No había olvidado lo que le había dicho el señor Frost en el último momento: “Al menos intente ser capaz de que sus compañeras no despeguen los ojos de usted”. Estaba casi seguro de que aquel momento no se lo perdería nadie, sobre todo porque no iba a requerir más de quince segundos de atención, pero él había decidido aquella noche que acentuaría el realismo de la escena y se aseguraría de que sus compañeras no retiraban la mirada de allí. Así que procedió tal y como lo había planeado.

-Rose, ¿te importaría?-el joven le prestó su mano para inducir a su compañera a levantarse.

Rose, la única chica que le atraía lo suficiente para dedicarle unos versos tan profundos, le miró extrañada, pero no pudo declinar aquel inesperado gesto. Se levantó con cuidado, se alisó los pliegues de la hermosa falda que vestía aquel día y se adelantó hacia él. A las miradas de expectación del resto de alumnos, se sumaba la del profesor, que no interrumpió la escena, aunque nada de aquello fuese lo habitual.

Ethan cogió aire lentamente para prepararse. Se volvió hacia Rose para mirarla fijamente a los ojos. Unos ojos verdes que podían hechizarte tanto como un par de versos bien construidos. Le tomó la mano con suavidad, aunque todo aquello no fuese más que un juego divertido. La muchacha no entendió nada de lo que pretendía hasta que Ethan comenzó a recitar su poema. De aquella manera todo resultaba mucho más fácil. No iba a recitar versos al viento ni al vacío ni a una multitud de orejas desinteresadas, sino a una hermosa dama que le prestaba sus oídos más que cualquier otro en la sala.

Te amaré siempre,
siempre…
Siempre te amaré.

Ethan fingió teatralidad, en sus ojos no podía adivinarse que nada de aquello fuese mentira, en aquel momento parecían palabras espontáneas surgidas de un alma enamorada, con un ritmo tranquilo, sereno, claramente poético. Rose lo miraba con firmeza, pero a medida que continuó dirigiéndole aquellas palabras, se ablandó. Ethan lo notó enseguida y le dio fuerzas para continuar.

Cuando ya no respire
estaré pensando que te amaba,
que siempre te amé.
Y mientras respire,
que otra cosa que amarte,
por siempre.
Amarte siempre,
siempre…
Siempre.

Aquella última palabra sonó eterna. Ethan pudo sentir que era capaz de atravesar el corazón como una flecha. Rose no le quitaba la mirada de encima, Ethan aflojó la mano al ver que inconscientemente la había ido apretando, y abrió la palma para que su compañera pudiera retirarla. Tardó un poco en hacerlo. Nadie dijo nada durante unos segundos, los mismos que aprovechó Rose para volver a su asiento. Ethan miró al profesor con solemnidad.

-Desde luego no puede haber nada más sencillo y breve que eso-fueron las primeras palabras del señor Frost-. Por otro lado, es una pena que le haya dirigido toda su atención a la señorita Rose –la joven se sonrojó-, si hubiera atendido al resto de sus compañeras le hubiera asombrado ver que todas estaban conteniendo la respiración. Estupendo, señor Graham, puede regresar a su asiento. Si sigue así, tendrá una buena calificación final.

Ethan regresó a su asiento satisfecho. Era más de lo que esperaba oír. Una poesía sencilla, directa, clara, demasiado simple para constituir una creación ingeniosa, pero suficientemente abierta para causar admiración. Ethan sabía de sobra que ya le tocaría enfrentarse a versos más trabajados. Le intrigaba saber qué opinarían sus compañeras; Rose, al menos, no le había quitado los ojos de encima…

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